Los duendes trillizos

La Sra. Claus y los duendes Kapunki se encargan de cuidar las flores más importantes del Polo Norte, las nochebuenas polares, las cuales se conservan en un jardín interior especial en el Invernadero Mágico.

Siempre, al comenzar el año, las nochebuenas florecen, y se convierte en una ocasión especial por muchas razones. Es un suceso extraño, ya que las flores solo florecen una vez al año, pero lo más importante es que las nochebuenas podrían dar vida a un duende bebé.

¡Un poco menos probable es que una nochebuena tenga 2 duendes bebé en su interior! Pero esta historia relata un suceso aún más extraño...

Era uno de los inviernos más fríos del Polo Norte, lo cual ya es mucho decir, y los Kapunki estaban trabajando el doble de tiempo para asegurarse de que el Invernadero Mágico no perdiera su belleza y calidez. Comprobaban las puertas y las cubiertas, reelaboraban la magia que mantenía seguras a las plantas y pasaban tiempo extra cuidando de las nochebuenas polares.

La mañana de Año Nuevo, las nochebuenas empezaron a florecer, y la Sra. Claus se preparaba para darles la bienvenida a los duendes bebé que nacerían de ellas, como cada año, pero algo muy extraño sucedió. Solo una de las nochebuenas comenzó a brillar y a abrirse.

Para sorpresa de la Sra. Claus y de los Kapunki, solo esa nochebuena floreció, y en su interior no había uno, ni dos ¡sino tres duendes bebé!

Nörra, Nikäri, y Nöli. Las tres hermanas crecieron juntas y se parecían muchísimo. Salieron al mundo unidas y aprendieron a diferenciar el bien del mal; nunca se separaban.

Cuando regresaron a la aldea de Santa para decidir a qué clan se unirían, se dieron cuenta de lo diferentes que eran.

A Nörra, que era alta y fuerte, y le encantaba estar al aire libre, le atraía el clan de los Holhooja. Nikäri, que era curiosa y creativa, sin duda quería inventar cosas con los invengenieros. Y Nöli, inteligente y cuidadosa, sintió que su lugar era el clan de los correristas.

Era la primera vez que las hermanas consideraban hacer algo diferente, y les daba un poco de miedo. Siempre habían pensado que se parecían mucho, desde que salieron de aquella nochebuena, y que harían todo juntas por siempre. Nada sería igual si cada una hiciera algo diferente.

Las tres hermanas no estaban seguras de qué hacer, y decidieron pedir ayuda y consejo a alguien muy inteligente: ¡la Sra. Claus!

La Sra. Claus escuchó con paciencia lo que cada una de las duendes tenía que decir, y después les dio un gran abrazo. «¡Mis duendecitas, lo que las hace especiales no son las similitudes sino las diferencias! ¿No creen que sería aburrido que todos fuéramos exactamente iguales? Que elijan ir a lugares diferentes y hacer cosas distintas no significa que se quieran menos».

Las trillizas tomaron muy en cuenta el consejo de la Sra. Claus y decidieron unirse a los clanes que ansiaban. Nörra se acomodó muy bien entre los Holhooja y los renos, y hasta trabajó con ellos en el equipo de trineo de Santa. Nikäri se convirtió en una magnífica invengeniera y aportó inventos muy útiles. Y Nöli se convirtió en una correrista fantástica; le encantaba leer las cartas de los niños de todo el mundo.

Ser fieles a lo que les dictaba el corazón, las hizo muy felices. ¡Y siempre recordarán que serán muy buenas amigas sin importar lo que pase!

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