La cebra voladora

Un día, cinco duendes disfrutaban de un picnic a las afueras de la aldea de Santa, cuando de pronto un fuerte viento del norte los hizo volar por los aires.

El primer duende, Retki, encontró el camino a casa siguiendo una estrella roja en el horizonte.

La segunda fue Kyoki, enviada a casa por correo.

La tercera duende, Kara, era una Holhooja, una de los duendes que entrenan a los renos de Santa Claus. Acostumbrada a navegar por fuertes corrientes de aire para ayudar a los renos a volar, se dejó llevar por el viento hasta el centro de África.

"¡Estoy muy lejos del Polo Norte!", pensó. "¿Cómo voy a encontrar el camino a casa?"

Kara era una duende muy ingeniosa, capaz de encontrar soluciones incluso a los problemas más difíciles. Por suerte, logró quedarse con su mochila; la abrió y sacó de ella una poción hecha de liquen mágico, el cual crece en las afueras de la aldea de Santa.

Con la poción en mano, Kara se acercó a un grupo de cebras y usó su instinto y experiencia para elegir a la más rápida de la manada. Acarició su pelaje, peinó su melena, y le dio a beber un poco de la poción. Cuando la cebra levantó sus pezuñas del suelo, Kara se montó en su lomo y las dos volaron de vuelta a la aldea de Santa, quien las recibió con su conocida risa: "¡Jo, jo, jo! Amable cebra, ¿cómo podré agradecerte el haber traído de regreso a casa a uno de mis duendes perdidos?".

La cebra se dirigió a Santa y le susurró en secreto al oído.

Ese año, los pocos afortunados que lograron ver a Santa en su trineo durante la gran noche, pudieron ver que uno de los renos no tenía astas en la cabeza... y que tenía un pelaje a rayas en blanco y negro. La pequeña cebra estaba muy feliz con su recompensa.

Para Kara, el poder dormir de nuevo en su cama, ¡fue recompensa suficiente! Le deseó buenas noches a Retki y a Kyoki, y esperó que sus otros dos amigos perdidos pronto encontraran el camino a casa.