Senöki y las Lechuzas Estelares (1/2)

La Aldea de Santa en el Polo Norte es uno de los lugares más mágicos en el mundo, ¿pero sabes cómo se crea esa magia?

Para poder crear la magia, Santa, la señora Claus y los duendes solo necesitan una cosa; polvo mágico. El ingrediente secreto de los duendes para crear el polvo mágico, es el polvo estelar que cae del cielo cuando la aurora boreal aparece en la noche.

El Polo Norte es un lugar muy especial, ya que es el único lugar en el que el polvo estelar cae del cielo para su recolección, si sabes como, claro. Por si solos, los duendes no son capaces de recolectar el polvo estelar que la aldea necesita, es ahí donde entran las lechuzas estelares.

Las lechuzas estelares son un grupo de lechuzas de nieve que junto a los Holhooja, se aventuran en las noches cuando las luces bailan en el cielo. Con su asombrosa visión nocturna, con la cual pueden trasladarse con mucha más facilidad que los duendes, vuelan alto en el cielo con jarras especiales, fabricadas por los Artedores, para recolectar el polvo estelar para los duendes.

Trabajando juntos, los Holhoojas y las lechuzas viajan con regularidad durante la noche, a las montañas cercanas para recolectar el deseado polvo estelar que los Artedores necesitan para crear el polvo mágico. Todos en la villa tiene el polvo mágico necesario gracias a ellos.

Las lechuzas que trabajan con los Holhooja deben ser fuertes, rápidos y ágiles, por lo cual pasan la mayoría del tiempo entrenando con los duendes. Los duendes crearon un arnés especial para cada una de ellas, el cual les ayuda a cargar la jarra estelar. Es un gran honor para las lechuzas ser parte del equipo de las Lechuzas Estelares.

Senöki, la lechuza nevada era la más pequeña de su familia, con ojos grandes, amarillos y llenos de curiosidad y con un plumaje gris abundante y terso como todas las lechuzas nevadas bebés. Está en su etapa de crecimiento en la cual su plumaje de bebé empiezan a ser reemplazadas por las asombrosas plumas blancas que le ayudarán a volar lejos y con gran velocidad.

Admira mucho a toda su familia. Su madre, padre e incluso a su hermano y hermana que alguna vez formaron parte de las Lechuzas Estelares. Cada uno tomaba turnos al viajar con los Holhooja en la recolección de polvo estelar, y cada uno estaba enormemente orgulloso de su desempeño.

El pequeño Senöki siempre había querido ser como ellos desde que su plumaje comenzaba a cambiar y emprendió sus primeros vuelos. Practicaba al volar con su hermana y entrenaba al cargar la jarra de su hermano incluso si era muy pesada para el pequeño. Cada que la aurora boreal aparecía en el cielo, el pequeño Senöki solo se se sentaba al borde del nido observando cautivado por su belleza.

Cada que su familia regresaba de casa, el pequeño les pedía que le contaran todo lo que habían vivido esa noche para luego escuchar con mucha atención y admiración todo el tiempo. Solía inflar sus plumitas y se contoneaba de la emoción al decirle a su familia que algún día sería como ellos y los haría sentir muy orgullosos. En esos días solía irse a dormir y soñar que era muy grande y fuerte y que volaba muy alto y así recolectaba como todo un experto el polvo estelar necesario. Soñó que sería el mejor de las Lechuzas Estelares.

El único problema que se interponía entre él y su sueño era, que el pobre pequeño Senöki, ¡le tenía miedo a la oscuridad!

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